«Supongamos que la mente es, como decimos, un papel en blanco, vacío de cualquier carácter, sin ninguna idea. ¿Cómo se rellena? ¿De dónde le llega toda esa enorme provisión que la fantasía desbordada y sin límites del hombre ha pintado sobre ella con una variedad casi infinita? ¿De dónde proceden todos los materiales de la razón y el conocimiento? Para responder con una sola palabra, de la experiencia.» John Locke.
En realidad, no es más que un simple, que no sencillo, borrón y cuenta nueva. Suena fácil, ¿no?
Sin entrar a debatir o afirmar las teorías de citado filósofo inglés y su empirismo con una clara concepción mecanicista del ser humano, personalmente siempre he intentado extrapolar los pensamientos de otras épocas a nuestros tiempos. En este caso, lo primero que tenemos tener en cuenta es que no vale con borrar, sino hay que resignificar. Es decir, para que el reinicio, o nuevo comienzo pueda tener éxito, debemos recurrir a lo que hoy en día llamamos “reverse engineering” o ingeniería inversa. Tanto a nivel psicológico, como epistemológico. Esto conlleva un análisis de todo aquello que nos ha llevado hasta la situación que queremos cambiar, evaluando aquello que nos ha sido de valor y utilidad, para poder descartar todo aquello que no lo ha sido y de esta manera poder empezar de nuevo. No desde cero ya que contamos con la gran ventaja de saber lo que nos ha valido y aquello que debemos evitar en un futuro.
Solo entonces podremos afirmar que, al cambiar las experiencias, cambiaremos como personas.
